Capturado en la Quebrada del Yuro, tras un combate desigual y luego de once meses de lucha por aquellos lares, el argentino murió; los disparos salieron del arma del entonces soldado Mario Terán y, aseguran sus tristemente célebres captores: los relojes marcaban la una con diez minutos de la tarde cuando todo pasó.
Comunista confeso, fidelista sin tacha, hombre de actuar temerario y alma de Quijote: así era el Che. Intransigente con “los guatacas”, poco dado a las comodidades personales, altruista, con un humor ácido y un verbo directo, adicto al mate de su tierra y conocido por su batalla diaria contra el asma, una enfermedad cruel que nunca pudo ganarle del todo la partida.
Dicen que los campesinos de la zona de Valle Grande le llevaron una sopa de maní aquel día, lo último que comió, y también dicen que impresionaban sus ojos después de muerto, a pesar de los intentos del cura, no se cerraban, ni siquiera cuando lo montaron en el helicóptero y lo llevaron lejos, pretendiendo no hacer de su tumba sitio de peregrinaje y volviéndolo savia de todos en cualquier rincón del mundo.
Acá quedaron “lo más puro de sus esperanzas de constructor y lo más querido entre sus seres queridos”, acá quedó “un pueblo que le acogió como un hijo” y acá fuimos naciendo generaciones enteras queriendo ser como él, escuchando anécdotas de su paso por este o aquel sitio de Cuba, entre sonrisas y sintiéndolo como cosa buena y del corazón.
Leyendo al Che aprendes que el verdadera héroe no es el que no teme, sino el que se enfrenta al miedo; asimilas que hay que sacar a los hombres de los pedestales y respetarlos desde su momento de hacer y agradeces la suerte infinita de compartir el tiempo de su obra concreta realizada: la revolución cubana que se extiende y apoya a otras tierras del mundo.
Estudiando la obra guevariana descubres lo medular de apostar al mañana, comprendes la serenidad de los Cinco y recuerdas que “no hay enemigo pequeño” y que “no se puede confiar en el imperialismo, pero, ni tantito así”.
Escuche audio sobre el Che
Símbolo de causas nobles, imagen constante en muchos altares, voz de los que no tienen. El Che Guevara recorre a la América toda que conoció un día, en bicicleta y ahora le agradece desde cada rincón su amor, su entrega, su estirpe.
No hay dudas, allí en Valle Grande, ellos, los cobardes, perdieron la guerra, equivocaron el camino, lastraron la Historia: mataron a un Hombre.
Fuente: tiempo21
|